21 jul 2010

Los itinerarios de inserción como fórmulas de participación e inclusión social

LOS ITINERARIOS DE INSERCIÓN COMO FÓRMULAS
DE PARTICIPACIÓN E INCLUSIÓN SOCIAL

ROSA ANTOLÍN
XAVIER ORTEU
MARTA VENCESLAO


Los cambios actuales afectan a todas las esferas de nuestra vida: la alimentación, el ocio, la familia y también, está claro: el trabajo. La velocidad de estos cambios ha hecho que nos cueste asimilar algunos de sus efectos. Esto es interesante porque el sujeto social vive en un entorno determinado y construye sus lazos sociales a partir de las pautas de época para ese entorno. Así pues, somos efecto de este proceso. Cualquier intento de promover procesos de inclusión social, pues, debe tener en cuenta en qué parámetros se maneja esta inclusión en el entorno en el que se pretende.

Actualmente, la globalización ha borrado muchas de las diferencias que se daba entre diferentes territorios y plantea un escenario común. Podemos sintetizar los efectos producidos en los individuos en : la presión de estar permanentemente mejorando las propias capacidades profesionales (lo que hoy puede servir en un determinado trabajo, mañana quizás no) y el enfrentamiento continuo a situaciones en que se debe demostrar la estima profesional. Bajo el imperativo de “ser uno mismo” reside un ideal de época que exige que cada uno sea responsable de él mismo, de darle un sentido a su vida…

Esta situación ha conducido a nuevas configuraciones sociales y por tanto, nuevas modalidades de exclusión social. Para plantearnos alternativas de trabajo educativo en el campo de la inserción laboral que facilite la inclusión social, hace falta repasar previamente la evolución histórica del elemento trabajo.

Por sociedad del trabajo, entendemos aquella en la que el trabajo ha sido el eje vertebrador del espacio social. Aquella en la que gracias al trabajo, las personas han podido sentirse integradas en el ámbito de los derechos, del consumo y de los valores. Es aquella sociedad que ha ordenado su tiempo y sus espacios físicos a partir de la actividad laboral, y que ha ordenado las trayectorias personales a partir de un oficio, una carrera profesional.

Esta sociedad salarial, tal y como se ha entendido desde la Revolución Industrial, está sufriendo una profunda transformación de la que ningún significado va a quedar indemne. Podemos afirmar que ha empezado una nueva etapa y que dejamos atrás el largo recorrido hecho que había conducido a las sociedades occidentales a que el trabajo fuera uno de los pilares principales para disponer de un lugar social. Esa etapa que termina, nos aboca a una situación confusa en la que el ciudadano-trabajador ha quedado huérfano de su principal seña de identidad y se plantea una nueva normalidad: una sociedad de trabajadores sin trabajo (Arendt, 1993)

El surgimiento de la condición salarial se dio por la necesidad de la estructura industrial incipiente de disponer de mano de obra suficiente. Para conseguir esta mano de obra, se ejerció una presión en la que el trabajo ya no sólo iba a ser un producto que se compraba y vendía, sino que también era una marca de la integración social del individuo. Esta presión sobre el individuo se realizó a través de dos estrategias que resultaron ser de una gran eficacia: una presión moral basada en la ética del trabajo y una presión económica basada en la necesidad de las personas de cubrir unas necesidades básicas.

La condición salarial se instauró y lo normal era trabajar. Tanto fue así que a finales del siglo XIX se constituye en esas sociedades industriales un seguro que garantizaba la ayuda del Estado tanto para aquellas personas que no podían trabajar por motivos ajenos a su voluntad, como para aquellas que siendo trabajadoras, se habían quedado sin trabajo. Este seguro lo va a mantener el Estado en la Europa occidental hasta la década de 1970 en la que el paro creció de manera alarmante y se dio una situación nueva: personas que no disponían de cobertura social puesto que no habían trabajado y que al mismo tiempo no dependían de la asistencia clásica, puesto que si podían trabajar. Fue en estas circunstancias en las que el trabajo cobra un nuevo protagonismo por su ausencia. El paro va a ser motivo de un profundo malestar social y borra la posibilidad de que el trabajo siga ejerciendo de integrador social. No todo el mundo que puede y quiere trabajar, va a disponer de la oportunidad de hacerlo. El hecho de que esta situación sea ajena a la voluntad del parado, va a poner en tela de juicio los mecanismos de integración social y por lo tanto el estatuto del ciudadano.

El problema social por lo tanto, no va a ser sólo la pérdida del trabajo estable y previsible en cuanto sistema de seguridad individual, sino también como principal herramienta para encarar la construcción del propio destino . Parece una paradoja, pero justamente cuando más lazos tiene el individuo con lo social, más y mejor pueden ser sus horizontes de libertad individual. La individualidad se puede vivir mejor en cuanto está apuntalada por recursos objetivos y protecciones colectivas (Castel, 1997).

El Estado que se había ofrecido como garante para reemplazar la seguridad que ofrecía el núcleo familiar y la propiedad en el Antiguo Régimen, deja de desarrollar su papel. La identidad social estable, sólida; la que se podía visualizar, explicar y transmitir, se desdibuja lentamente. Se pierde la identidad laboral como elemento que era capaz de dar un orden a partir del cual pensar el pasado y el futuro. Uno de los elementos clave que permitían definir los mecanismos de acceso a lo social en función del momento vital. En este punto quizás sea pertinente recordar la pregunta que nos formula Danièle Linhart para referirse a los cambios que la transformación del trabajo está provocando no sólo en el trabajador como tal, sino también en el ciudadano: ¿Nos prepara nuestro trabajo para ocupar nuestro lugar como ciudadanos en la sociedad? (Linhart, 2002)

Interrogante de difícil solución en un momento en el que disponer de un empleo no garantiza la protección contra la precariedad, ni siquiera contra la pobreza. El trabajo ya no es el soporte por excelencia de la inserción social, por lo que el proyecto mismo de inserción deja de parecer evidente.

La inserción no alude a cualquier estilo de vida ni a la integración en cualquier red social, ni siquiera, como ya hemos apuntado, al hecho de tener un empleo regular. Está íntimamente relacionada con ciertas modalidades de convivencia social.
En este punto se abren nuevos interrogantes acerca de los procesos de inclusión/exclusión social. Y es que hablar de inclusión nos obliga a referirnos a su opuesto: la exclusión, sin el cual la noción de inclusión carecería de sentido .

El conjunto de trasformaciones que definen la etapa actual del proceso de globalización capitalista producen efectos que son condensados en la noción de exclusión: un término que nos remite a cierta lectura de lo real que intentamos interpretar. No es excluido el que quiere. Para acceder a la exclusión, individuos y grupos deben presentar cierto número de características en términos de empleo, escolaridad, vivienda, vida familiar, etc. y estar apresado en las mallas de cierta maquinaria de codificación de lo real (Karsz, 2004).

Los grupos excluidos forman siempre parte de la sociedad de la que se dice son expulsados. No están fuera de la sociedad, sino fuera de determinados circuitos y lugares. Bajo el prisma de la lógica dominante, estos grupos resultan útiles y necesarios, ocupan un lugar determinado en la economía de la cual se dice están excluidos elemento de freno de las reivindicaciones salariales, sostén de la idea según la cual los que tienen empleo asalariado son privilegiados, confirmación del dogma “el trabajo es salud”, resignación a condiciones laborales cada vez más penosas, estimulo al reparto del empleo sin tocar las estructuras de la redistribución de capital…(Karsz, 2004).

Es por ello que el tan manido concepto de exclusión social encierra una contradicción insostenible, pues ningún individuo puede estar globalmente fuera de lo social (sin negar la existencia de exclusiones “particulares” como la escolar, laboral, de vivienda, etc.). La perversión del tandem exclusión social reside en presentar la exclusión sin fronteras, cuestión que autoriza su expansión en todas las direcciones. Según esto la exclusión, globalmente planteada, obliga a una gestión también global: la gestión de la inserción. De efectos tan radicales para el sujeto como la falta que trataría de llenar.

En definitiva, podemos decir, que la inclusión interpela la exclusión, la pone en cuestión, la desestabiliza. Sin embargo, lejos de posiciones antagonistas, entre incluidos y excluidos no existen situaciones de conflicto radical, precisamente porque unos y otros viven en la única sociedad razonablemente concebible.

En este dibujo someramente esbozado, podemos ubicar varias de las dificultades que el educador encuentra en este ámbito.

En primer lugar, la práctica educativa en la inserción laboral está inundada por la moralización del discurso. La búsqueda de una nueva identidad con la que hacer frente a la crisis del sujeto actual fija como objeto educativo la trasformación del sujeto en el ideal del trabajador. Cuestión que obstaculiza la posibilidad de emergencia de otros lugares posibles alejados de este ideal.

Un segundo obstáculo consiste en situar el epicentro de la práctica educativa en el trabajo de las actitudes del sujeto, con el fin de producir individuos disciplinados y conformes con el destino social que se les adjudica.

El tercer escollo nos remite a una lectura exclusivamente económica del papel del ciudadano en lo social. Actualmente la inserción laboral pretende equipararse a la integración social, diluyéndose así la lógica educativa en la económica. Esta confusión de discursos -el educativo y el económico- conduce al educador a un nudo de difícil solución. Por un lado el mercado dictamina cual es el sistema de acceso a lo laboral: ser productivo. Por otro, los individuos que atendemos no realizan una demanda explícita de trabajo educativo, sino una demanda de empleo. El riesgo del educador reside en no discernir la oferta de trabajo de la oferta educativa.

Nuestra propuesta de trabajo….

En este contexto, surgen dos posibilidades de intervención educativa. La primera surgee de concebir al sujeto como un “todo” a rellenar en función del ideal de trabajador. La práctica que se desarrolla a partir de esta premisa consiste en identificar lo que le falta al sujeto para poder completarse. Así la falta en ser es entendida como un fallo que hay que superar a través de la incorporación de los ideales que propugna lo social. Estos ideales actualmente se manifiestan en términos de “autoestima”, “flexibilidad”, “adaptabilidad”, “realización personal”,…

La segunda, nos remite a entender al sujeto como un no todo completo, en el que por una cuestión de estructura, resulta imposible superar la falta en ser. Desde esta concepción, es justamente este aspecto lo que hace al individuo sujeto social. Desde esta línea, el trabajo educativo apunta a construir un sentido particular que permita al sujeto articularse en lo social.

Nuestra apuesta recae en la segunda opción: nos preguntamos cómo un sujeto puede construir un lugar en el mundo desde lo laboral. El sujeto hace una demanda: quiero trabajar, quiero tener dinero, quiero ser alguien, quiero ser normal, quiero tener… un lugar donde reconocerme, un lugar donde ser. En última instancia, la pregunta está formulada con relación al ser: ¿Qué puedo ser yo?, ¿Qué quiero ser yo? Pregunta siempre dirigida al otro. Y es que no puede concebirse un ser sin un otro.

Ante estos interrogantes surge una cierta angustia o malestar, pues lo que pone de relieve dichas preguntas remiten a la incomoda falta de respuesta al ser que aludiamos anteriormente. Siempre es en el contexto social donde el sujeto articula las respuestas particulares que le van a permitir sostenerse. El un momento como el actual donde el ser está falto de referentes y las posibilidades son tantas y tan volátiles, se abre el vacío para reconocerse y delimitarse. El sujeto está solo sin otro que le ayude a localizarse; abandonado a su suerte pues ha caído la responsabilidad del otro social. Cabe decir, que en la actualidad, a falta de mediación, el límite esta puesto directamente en el cuerpo.

¿Como construir un lugar donde reconocerse cuando el trabajo no da respuesta y demanda sujetos adaptables y flexibles tipo mueble IKEA?

Para que un sujeto pueda reconocerse en un lugar, éste debe tener un sentido para él. Por tanto, nuestro trabajo esta completamente vinculado a la labor de posibilitar que el sujeto construya un sentido (particular en cada caso) que sólo él va a poder elaborar, recorrer y significar.

Desde nuestra práctica eso es posible a partir de la construcción de un itinerario laboral que implique por parte del educador:

1. No dar por supuesto el concepto de trabajo que tiene el sujeto. Abrir un interrogante con relación a: ¿Por qué quieres trabajar? ¿Cuál es tu necesidad con relación a lo laboral?;
2. Entender que la palabra del sujeto responde a algo que es legítimo. Hacerse cargo de formular esta pregunta a partir de la responsabilidad de la propia función educativa;
3. Acoger y reconocer al sujeto como un sujeto con deseo. Dando crédito a su palabra y a su interés.
4. Regular un tiempo de trabajo en el que el sujeto pueda atribuir sentido a aquello que desea mediante la adquisición de los contenidos de valor social que el educador le brinda, abriendo la posibilidad de ocupar nuevos lugares.
5. Saber que las posibilidades que abren el trabajo educativo son efímeras, no son para siempre. La educación en este sentido siempre tiene algo de provisional que hace falta renovar constantemente.







Bibliografia
ALVAREZ, J.M.(2005): “Identidad e identificaciones. Conferencia Inagural de las II Jornadas de Psicoanálisi de Garraf
ARENDT,H.(1993): La condición humana. Editorial Paidós, Barcelona
BAUMAN,Z.(2003): Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Ed. Gedisa. Barcelona
CASTEL, R.: “La inserción y los nuevos retos de las intervenciones sociales” en ALVAREZ-URIA,F (Ed.) Marginación e inserción. Ed. Endymion
CASTEL, R.(1997): La metamorfosis de la cuestión social Ed. Paidós, Buenos Aires
FITOUSSI, J-P.; ROSANVALLON,P.(1977): La nueva era de las desigualdades. Ed. Manantial, Buenos Aires
FREUD,S.(1997): El malestar en la cultura Ed. Alianza, Madrid
LACAN,J.(2000): Seminario V. Ed. Paidos, Barcelona
LINHART,D,(2002): “Tareas atomizadas, ciudadanos desorientados” en Le Monde Diplomatique
KARSZ, SAÜL (2004): La exclusión: bordeando sus fronteras. Ed. Gedisa, Barcelona.

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